En la puerta de una casa vieja, en la calle doctor Velasco, hay dibujado un corazón de tiza. No hay una flecha que lo atraviese, ni nombres o siglas que delaten la autoría. En esa puerta solo queda el espíritu de alguien que con mano firme dejó el rastro de un sentimiento. Pasa el tiempo, y allí permanece el corazón, todavía nítido, sin que nadie sepa quién es el emisario o a quien va dirigido el mensaje. Es un corazón anónimo. Solo puede ser el secreto de una pareja o el digno emblema de un enamorado sin fortuna.

13 junio, 2014