Una de las modas más insólitas que conozco es llevar a cuestas un palo para hacerse una autofoto. Muchos de los turistas que pasean por el centro de la ciudad lo llevan consigo. Cuando los veo subir por las empinadas escaleras del Postigo para contemplar el Acueducto en plenitud, me recuerdan al pobre Sísifo, condenado por los dioses a rodar una piedra montaña arriba y que, al llegar lo más alto, la vuelve a perseguir cuesta abajo. No, los turistas no empujan pesadas piedras, pero cargan con largos palos para el móvil. El ritmo pausado de Segovia, la atmósfera de sus calles empinadas, la magia de sus rincones ocultos y de sus plazas es algo complicado de atrapar con un móvil o una cámara. Si tuviera que llevar siempre un “paloselfi” conmigo, sería muy difícil atrapar el alma de mi ciudad. Por eso, si visitas Segovia olvida el dichoso palo, no seas esclavo de los “selfies”. Afila tus sentidos, intenta retener en tu memoria la imagen de esta pequeña ciudad, especialmente acogedora ahora en otoño, cuando las temperaturas son todavía benignas. Ponte el reto de atrapar con tu móvil el aroma de esta ciudad vieja y eterna, donde el tiempo parece transcurrir lentamente, como si el resto del mundo fuera a otra velocidad. Para eso no necesitas palos.

6 noviembre, 2017