Jugar en los alrededores de un monumento con dos mil años de historia puede ser divertido. De pequeño, el Acueducto de Segovia me parecía gigantesco; pensaba que no había otra cosa más grande en el mundo. Tocar cualquiera de sus pilares, sentir el frío de la piedra rugosa, antigua, y mirar hacia arriba, es una experiencia que siempre queda en el recuerdo de cualquier niño.