“No cae la luz en Segovia, la ciudad toda se alza hasta ella”. Son palabras de María Zambrano (Vélez-Málaga, 1904-Madrid, 1991), la escritora y ensayista que pasó su infancia y juventud en Segovia, ciudad en la que conoció a Unamuno, Machado y donde también bebió de la mística de San Juan de la Cruz. En Segovia, Zambrano, discípula privilegiada de Ortega, comenzó a escribir sus primeros artículos y a desarrollar su pensamiento universal. También aquí asistió a la proclamación de la Segunda República, a la que apoyó fervientemente. Con el estallido de la guerra, la escritora dejó Segovia para marchar al exilio, primero a París, luego a México, La Habana, Puerto Rico, Roma… Veinticinco años después de aquella partida, Zambrano escribió “Un lugar de la palabra: Segovia”. En esta obra, la poeta andaluza recuerda los rincones de la ciudad y los enlaza con su pensamiento filosófico. En ella nos habla también de la luz tan particular de Segovia y que tanto le marcó. Es una luz que sitúa cada cosa en su lugar natural, nos dice. Es cierto, la ciudad se alza cada día hasta la luz, como en esta fotografía del casco antiguo. Esa luz permanece, es eterna, como el legado literario que nos dejó María Zambrano.

13 noviembre, 2017