Cada vez que subo por el Paseo de los Tilos alzo la mirada para contemplar la majestuosidad de la Catedral de Segovia, sus líneas clásicas, su sólido equilibrio y armonía. En los atardeceres grises de diciembre, a medida que la luz se dispersa, los muros anaranjados de la “Dama” adquieren un brillo especial. Luego llega la noche tenebrosa y fría que aprisiona la ciudad

18 diciembre, 2013