Tal y como discurre la vida, a veces por cauces desconocidos, uno no puede bajar la guardia ni por un instante. Mientras tú estás entretenido en tus quehaceres, alguien más despierto te puede mover la silla. También puede ser que esa silla haya sido desplazada por los caprichos del aire. Por eso, conviene que estés siempre alerta: no hay sillas para todos y no siempre el viento sopla a favor.

20 mayo, 2015