En la entrada de la universidad solo hubo silencio mientras trascurría la ceremonia. Ahora, el mismo espacio se ha llenado de gente con toga y birretes, que se abraza y se besa; saltan los flashes de las fotos y, por donde quiera que mires, las caras de los graduados son de satisfacción y de alegría. Los estudiantes saltan y gritan, y lanzan sus birretes al cielo con un entusiasmo desbordante. Son los veinticinco alumnos de diecisiete países de la tercera promoción del IE Brown Executive MBA que a lo largo de quince meses han puesto todo su esfuerzo para que llegara finalmente este día. Me gusta ese orgullo académico: han alcanzado una meta por la que han luchado con pundonor. Tras las fotos oportunas, los nuevos graduados regresan con tranquilidad al viejo claustro. A medida que el silencio regresa a la entrada de la universidad, se abre para ellos un futuro prometedor.