Los sonidos del campus son una pura contradicción: al ajetreo juvenil de los estudiantes por los pasillos le suceden ratos de un silencio casi religioso cuando están en clase (supongo que este adjetivo de religioso es apropiado, dado que aquí hubo en su día un convento dominico). Ese momento de paz en los pasillos, cuando la universidad se queda callada, es ideal para sentarse y descansar la mente un par de minutos, recuperar un poco de energía –sobre todo ahora en verano– y volver a echar un pulso a la rutina de todos los días.

2 julio, 2014